Encuentro para la Paz

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La semana pasada tuve la oportunidad de participar como uno de los organizadores de un enceuntro llamado “El Papel de la Iglesia ante la Violencia en Mesoamérica: Modelos y experiencias de paz en contextos de conflicto y violencia.” Durante tres días se reunieron cuarenta personas de distintos ministerios y proyectos involucrados en enfrentar la violencia en su diversidad de formas en Mesoamérica. Abajo he incluido un par de párrafos sacados de la carta de invitación que mandamos de parte de las dos instituciones organizadoras–el seminario SEMILLA (con sede en Guatemala) y el instituto CLALS de American University (con sede en Washington, D.C.) explicando un poco sobre el contexto y el razonamiento de crear y prepara el evento:

Todos sabemos que nuestros queridos países han sido profundamente afectados por olas consecutivas de violencia de distintos sectores. En los años ochenta, los conflictos tomaron una índole política e ideológica. En los noventa y los 2000, la violencia y la inseguridad no se apagaron, sino que cambiaron de forma, renaciendo en el seno de los barrios pobres con jóvenes marginados y condenados por los demás. Actualmente la violencia juvenil compite con una nueva ola de violencia para controlar el narcotráfico y el mercado oscuro de productos ilegales y de migrantes. Para muchas personas—incluso para muchos miembros de nuestras iglesias y parroquias—la violencia es el problema más preocupante no solo para la nación, sino para sus propias vecindades.

 

¿Qué hace la iglesia frente a esta situación? En este taller-congreso exploraremos juntos, ¿Qué ha hecho la iglesia? Si bien es cierto que muchas iglesias han ignorado la realidad de la violencia, refugiándose en un espiritualismo alejado de la realidad social, también es cierto que hay otras iglesias y comunidades de fe que, desde su fe cristiana, han hecho aportes decisivos hacia el trabajo de promover la transformación de personas y comunidades afectadas por la violencia.

Honestamente, los organizadores no estábamos tan seguros si el programa — que consistía en darles oportunidad a cada participante a reflexionar sobre los logros, las sorpresas, y las lecciones aprendidos en el camino de trabajar en la construcción de paz — llenaba las expectativas o no de los invitados. Por eso fue muy agradable e inspirador encontrar que entre los participantes, existía mucho concuerdo en que la “nueva” violencia en mesoamerica y la capacidad de las iglesias de nombrar y enfrentarla sí es un tema de gran importancia.

Hubieron muchos momentos de aprendizaje y de inspiración pero quizas tres momentos que sirvieron de mucho fueron

  1. Cuando el Padre Dennis Leder, S.J., dio una reflexión sobre “Una espiritualidad para la paz.” Me dejó muy desafiado con su aclaración sobre las idolatrías de hoy. Dijo que, “Las idolatrías de nuestra época también piden su tributo de sangre.” En otras palabras, la adoración del dinero y el estatus siempre tiene un precio (un precio que se ve en los altos niveles de violencia generada por el avaricio del narcotráfico, la extorsión de vecinos y de migrantes por las maras, y el tráfico de sexo y en la falta de conciencia de todos los ciudadanos que no denuncian estas prácticas).
  2. Cuando los participantes de Mexico compartieron en una “Mesa de Reflexión” sobre la violencia contra los migrantes Centroamericanos en Mexico — tanto los que están en camino como los que se han decidido a quedar. Yo ya había oido sobre los abusos y las violencias que experimentan estas personas al cruzar el pais vecino, pero no estaba enterado de lo profundo y enraizado que están estas practicas y lo enraizado que estan dentro del sistema política de Mexico. Por otro lado fue alentadora saber del gran trabajo de acompañamiento y de concientización que hacen los religiosos y otros líderes de los albergues.
  3. Cuando los participantes crearon una “red” simbólica al pasar una bola de hilado de colores contando cada uno lo que había aprendido en el encuentro y también lo que llevaba. En el encuentro habían personas de iglesias protestantes, Menonitas, Pentecostales, y Católicos Romanos — cosa que no pasa con frecuencia en ésta región de competencia eclesial — y por eso fue impresionante ver a las personas compartir experiencias con transparencia y pasión.

Seguramente otras personas llevaron otras impresiones y desafíos. Hubo mucha oportunidad de ser impactado y desafiado por el trabajo y entrego de diferentes personas desde Mexico hasta Colombia. Pero quizás el punto más importante del evento era el darnos cuenta de lo entretejido que están las violencias en Centroamérica y el reconocimiento de la capacidad de personas de muy diferentes contextos en enfrentarlas con una diversidad de métodos y herramientas. Espero (y confío) en que ésto no será la última reunión de este tipo.